On the rooftops of Cairo

Quien camina por las calles de El Cairo solo ve la mitad de la ciudad. En los tejados de la metrópoli existe un mundo paralelo tan colorido y multifacético como la ciudad que se extiende a sus pies. De hecho, los rascacielos más antiguos de El Cairo están diseñados de tal manera que sus residentes pueden pedir a sus sirvientes que construyan pequeñas cabañas en el tejado. Allí, los sirvientes se reunían con sus familias y conocidos, y surgía una ciudad sobre la ciudad. La gente cocinaba, comía y dormía allí arriba. Algunos incluso criaban cabras o conejos. 360° - Die GEO-Reportage acompaña a los colonos en la azotea y muestra la vida en las alturas. Los niños conducen una cabra riendo delante de ellos, pasando por pequeñas cabañas de hierro corrugado y ropa recién lavada. Lo que parece una escena de la vida cotidiana en un pueblo, en realidad tiene lugar en, o más bien sobre, la metrópoli de El Cairo. En un asentamiento en la azotea, como los que existen en casi todos los edificios residenciales antiguos del centro de la ciudad. La madre de los niños que juegan es la enérgica Rabab. Está feliz de que sus hijos puedan crecer tan libremente como ella misma lo hizo en su infancia en el campo. También le encanta su vida en la azotea por otras razones: la paz y la tranquilidad y la amplia vista desde las alturas le hacen casi olvidar el ajetreo y los peligros del ruidoso y abarrotado El Cairo. Rabab no quiere perderse, sobre todo, la estrecha comunidad de los residentes de la azotea. La familia extensa cocina y come junta. La gente comparte sus preocupaciones y, cuando alguien necesita ayuda, los demás están ahí para apoyarle. Aquí, la viuda sin hijos encuentra tanto apoyo como el asesor fiscal. Pero, como todo, esta vida tiene dos caras: los asentamientos en las azoteas solo se toleran, apenas hay contratos de alquiler. Por eso, existe el temor constante de que la azotea sea desalojada de un día para otro, ya que siempre hay conflictos menores o mayores. A veces, los residentes se quejan de los niños que gritan en la azotea, otras veces el propietario exige la costosa compra de nuevos depósitos de agua. Pero, afortunadamente, está Saleh: es el «Bawaab», el conserje y, por lo tanto, el alma de la casa. No solo vigila la entrada, sino que también se encarga de todos los problemas, grandes y pequeños, de los habitantes de la casa y siempre está dispuesto a escuchar a su comunidad de la azotea. Para muchos problemas, encuentra una fórmula sencilla: «No te preocupes, ya pasará. ¡Si Alá quiere!». Y, al fin y al cabo, el residente más antiguo de la azotea lleva 41 años viviendo en los mismos 400 metros cuadrados sobre El Cairo. Razón suficiente para que Rabab, Saleh y los demás tengan la esperanza de que todo salga siempre bien.