El autoproclamado talentoso director llamado “Cowboy”, llega a Berlín con el objetivo de rodar por fin una gran película. Acepta con confianza todos los encargos que, por lo general, acaban en desastre. Cuando Cowboy conoce a la artista Yps y hace con ella una película porno artística, se abre una caja de Pandora que supera todas sus cualidades de aficionado.
“Casi parece como si en los últimos años hubiera surgido en la capital alemana un segundo estilo junto a la predominantemente seria Escuela de Berlín. Su humor feroz e infantil no es, en el fondo, más que una respuesta irreverente al establishment cultural de la industria cinematográfica alemana, a la que el Estado proporciona una financiación apretada. Con los principios del punk, estos «niños sucios» se rebelan contra toda la amargura moral y la mojigatería del cine alemán y han fundado rápidamente su propia escuela, autogestionada, porque no consiguieron “aprobar” la clase en la escuela de Berlín (...)
Los realizadores de “Klappe Cowboy!”, logran una película que se balancea constantemente, aunque no siempre con seguridad, en la fina línea que separa la sátira ingeniosa, la megalomanía y la banalidad. En sus buenos momentos, ofrece una descripción muy acertada de la escena creativa berlinesa y posiblemente también del panorama cinematográfico alemán en su conjunto. Sin embargo, la pregunta más frecuente en la actualidad vuelve a presentarse: “¿Esto es arte o puede esfumarse?”, al final no hay respuesta y, como tantas veces, la película se queda a medio camino.”
(Joachim Kurz, en: kino-zeit.de)
El autoproclamado talentoso director llamado “Cowboy”, llega a Berlín con el objetivo de rodar por fin una gran película. Acepta con confianza todos los encargos que, por lo general, acaban en desastre. Cuando Cowboy conoce a la artista Yps y hace con ella una película porno artística, se abre una caja de Pandora que supera todas sus cualidades de aficionado.
“Casi parece como si en los últimos años hubiera surgido en la capital alemana un segundo estilo junto a la predominantemente seria Escuela de Berlín. Su humor feroz e infantil no es, en el fondo, más que una respuesta irreverente al establishment cultural de la industria cinematográfica alemana, a la que el Estado proporciona una financiación apretada. Con los principios del punk, estos «niños sucios» se rebelan contra toda la amargura moral y la mojigatería del cine alemán y han fundado rápidamente su propia escuela, autogestionada, porque no consiguieron “aprobar” la clase en la escuela de Berlín (...)
Los realizadores de “Klappe Cowboy!”, logran una película que se balancea constantemente, aunque no siempre con seguridad, en la fina línea que separa la sátira ingeniosa, la megalomanía y la banalidad. En sus buenos momentos, ofrece una descripción muy acertada de la escena creativa berlinesa y posiblemente también del panorama cinematográfico alemán en su conjunto. Sin embargo, la pregunta más frecuente en la actualidad vuelve a presentarse: “¿Esto es arte o puede esfumarse?”, al final no hay respuesta y, como tantas veces, la película se queda a medio camino.”
(Joachim Kurz, en: kino-zeit.de)