Un fundamentalista odia la vida porque para él, representa la tentación, un alejamiento de Dios, una pérdida de tiempo previa al paraíso celestial en el que hay ríos de leche de sabor eterno, arroyos de vino, placeres y vírgenes. La vida es producto de la desobediencia y esta desobediencia es obra del “Artista”. Al fanático le molesta el artista, que da vida a la materia y aleja a las almas puras del paraíso con ideas enfermas, dibujos diabólicos, canciones hechizantes o danzas malignas... El artista es el mismísimo diablo y, para poder matarlo, el integrista lo califica de enemigo de Alá.
El mundo árabe-musulmán se ha convertido en el epicentro de un fundamentalismo ciego y a menudo violento. La presión de los fundamentalistas supera a la de los moderados y la cordura lucha por hacerse oír. Ante esta situación desesperada que amenaza las libertades más básicas, Jawad Rhalib cuestiona el fascismo islámico y permite que hable la voz de la razón para romper lo que existe ahora: "¡Sé artista y calla!".
Un fundamentalista odia la vida porque para él, representa la tentación, un alejamiento de Dios, una pérdida de tiempo previa al paraíso celestial en el que hay ríos de leche de sabor eterno, arroyos de vino, placeres y vírgenes. La vida es producto de la desobediencia y esta desobediencia es obra del “Artista”. Al fanático le molesta el artista, que da vida a la materia y aleja a las almas puras del paraíso con ideas enfermas, dibujos diabólicos, canciones hechizantes o danzas malignas... El artista es el mismísimo diablo y, para poder matarlo, el integrista lo califica de enemigo de Alá.
El mundo árabe-musulmán se ha convertido en el epicentro de un fundamentalismo ciego y a menudo violento. La presión de los fundamentalistas supera a la de los moderados y la cordura lucha por hacerse oír. Ante esta situación desesperada que amenaza las libertades más básicas, Jawad Rhalib cuestiona el fascismo islámico y permite que hable la voz de la razón para romper lo que existe ahora: "¡Sé artista y calla!".